miércoles, 14 de marzo de 2012

Cruda Perversión

El sombrío local se hallaba en silencio. Sólo se escuchaba el vaivén de los hielos de mi copa moverse lentamente, con el suave y cansado movimiento de muñeca.
No veía a la camarera por ninguna parte. ¿Dónde demonios estaría? ¡Necesitaba urgentemente otro Gin-tonic!
Buscó en su bolso el paquete de cigarrillos que había dejado a medias la noche anterior. El Winston era la única marca que tomaba… Era fuerte…Y eso le mataba el sentido del gusto…
El reloj marcaba las doce y media… El mareo de las tres copas anteriores empezaba a dejarla ligeramente más contenta. Sentía fatiga, pero no podía irse todavía, no hasta que fueran las dos de la mañana.
Encendió el cigarrillo, tragándose el humo…a ver si con eso se acababa pronto.
El reloj digital que se encontraba junto a la botella de Smirnoff marcaba ya la una y media. ¡Genial! Al menos el tiempo pasaba rápido.
Tiró el paquete de tabaco al suelo…Que rápido se acaban…
Se sentía ansiosa.
Miró sus pies doloridos por los tacones…En cuanto llegara a casa metería los pies en agua caliente… Los tacones no le gustaban mucho. La hermana no tenía buen gusto, nunca lo tuvo, pero servían para la ocasión. Ya estaban algo desgastados y el tacón derecho estaba algo torcido, pero podía guardar la compostura.
Menos diez…
Al fin llegó la camarera…pero ya no le apetecía otra copa, se encontraba más espabilada y no quería llegar a casa tambaleándose, no vaya a ser que él la vea…
Comenzó a guardar sus cosas en el bolso y se llevó un par de minutos buscando las llaves del coche. Una vez las encontró, se levantó del taburete…Le había dejado el trasero rectangular…Se ajustó el vestido…Demasiado ajustado…Y puso un billete en la barra…
Menos cinco… Una sonrisa apareció en su rostro, por primera vez en toda la noche…
-¡Buenas!
La sonrisa se esfumó.
Se giró bruscamente, apartándose la larga melena rubia de un golpetazo.
Acababa de entrar un hombre robusto y sudoroso al local, su camisa de franela sudada y sus botones ensartados indicaban que los tugurios como ese eran parte de su hábitat natural.
Esperó a que se girara hacía la izquierda, donde se encontraban los baños, sin embargo, siguió hacia delante, escaneándola, como si de una fotocopiadora se tratase.
Su móvil vibró…era él…le prometió que estaría en casa pronto…
-Lo siento hijo…
Una gran mano se apoyó en su vientre, recorriendo con la otra gran parte de su dorso y su trasero…
-Y dime preciosa… ¿Cuánto por un completo con un semental cómo yo?
Lamentó no haberse tomado la última copa…


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